Conceptualmente se crea un símbolo que mezcla la actividad principal del negocio. Simplemente con hacer un giro de 90 grados a un icono de racimo, se le proporciona al vino el dinamismo necesario para representar la distribución. Como resultado un racimo en forma de flecha.
Las tarjetas corporativas personalizadas muestran una «mancha de vino» fruto de un reportaje fotográfico, basado en la sombra de un grupo de uvas. Simplemente se le ha añadido un color corporativo muy acorde con el producto que se va a comercializar.
La elegancia y clasicismo personalizado que se respira en un ambiente de cata de vinos, se transforma en el uno de la caligrafía pura con el tiralíneas y la tinta al agua. Esto resulta en un diploma con formato muy vertical y con trazos enérgicos.
En el vehículo comercial se muestra perfectamente la adaptabilidad del movimiento que marca el triángulo-flecha-racimo. La dirección hacia delante, siempre con connotaciones positivas.